Crítica de Las sillas musicales
La realizadora francesa Marie Belhomme debutó con una extraña y amable con ‘Las sillas musicales’, una historia creada por ella misma junto con el guionista Michel Leclerc que tuvo el apoyo fundamental de Isabelle Carré, Carmen Maura y Philippe Rebbot.
Perrine es una músico casi profesional. Pese a ofrecer clases particulares de música, la mujer se gana la vida trabajando como animadora de fiestas. Mientras va a una celebración en una residencia, se pierde y va a preguntarle a un hombre la dirección cuando este se asusta ya cae accidentalmente en un vertedero. El hombre acaba en coma y esto provoca que Perrine, sintiéndose culpable, comience a indagar en la vida de este lobo solitario. Poco a poco empezará a introducirse en su vida.
Esta idea propia de Belhomme es una propuesta ligera y simpática sobre solteros con vida algo frustradas envueltos en una ciudad llena de gente pero en la que la soledad es un síntoma más habitual del que debiera. La realizadora ha sabido elegir a Isabelle Carré. La actriz tiene la extraña y magnífica habilidad de crear personajes con cierto patetismo pero con una dignidad y un positivismo que provocan la empatía inmediata con el público. No es algo realmente sencillo. En la excelente ‘Tímidos anónimos‘ ya mostró su predilección por personajes de este estilo y en ‘La historia de Marie Heurtin‘ desarrolló un tipo de vehemencia que aquí es mostrado con una agradable vis cómica.
Porque ‘Las sillas musicales‘ no tienen intención de ofrecer una obra conceptual y artística, de esas que brillan en Cannes o Locarno, sino ofrecer un momento distendido pero de una manera afable, elegante e inteligente. Ingredientes que Belhomme sabe mezclar, algo a tener muy en cuenta para sus futuros proyectos.
Ya que no sólo se combina el patetismo, con la comedia romántica y el buen rollo, sino que se puede ver que mantener el equilibrio en varias pistas no sólo es para producciones intimistas de autor sino también para este género mal llamado rom-com. Junto a Carré hay unos personajes también llenos de personalidad. Carmen Maura es el personaje idóneo para mostrar ese toque irónico y agridulce. Una magnífica muestra de humor español y francés. Junto a ellas está el medio ausente Philippe Rebbot, aquel hombre en coma del que Perrine se enamora.
Sin risas estridentes pero con medio sonrisas durante todo el metraje, es imposible no rendirse ante una actriz portentosa como es Isabelle Carré, con el añadido de una estupenda Carmen Maura. Si bien, su falta de ambición hace de ella sólo un tranquilo divertimento, eso no impide que su mensaje, completamente falto de azúcar y muy bien equilibrado, llegue como si de una brisa cálida de verano se tratase. Nadie diría que no a esta interesante invitación.
3.5 / 5