Crítica de El editor de libros (Genius)
Empieza muy bien El editor de libros (Genius). Un plano detalle de un frenesí de pies que se entrecruzan entre los que destacan unos que permanecen quietos, apagando contra la acera empapada por la lluvia cigarro tras cigarro. Esos pies pertenecen a Thomas Wolfe (Jude Law), escritor a la espera de encontrar la editorial que confíe en él. Wolfe mira nervioso el edificio al que va a entrar, perteneciente a una editorial que puede suponer para él la última oportunidad para no solo ser un escritor, si no poder vivir de ello. No voy a seguir quemando trama, pues es un recurso de la crítica que personalmente odio e intento evitar al máximo siempre que sea posible, pero en este caso he visto necesario describir la secuencia inicial del debut del británico Michael Grandage. Sobre todo porque a partir de este sugestivo inicio, que capta la atención del espectador desde el primer fotograma, El editor de libros va perdiendo fuelle poco a poco, pasando de lo que podía haber sido una muestra más del buen hacer del cine inglés de gran presupuesto, a una suerte de telefilme.
Colin Firth y Jude Law en El editor de libros (Genius)
Basada en la novela Max Perkins, y con un reparto de altura en el que destacan los nombres de Colin Firth, Jude Law, Nicole Kidman y Laura Linney, la película nos descubre la figura de Max Perkins, editor responsable de descubrir a algunos de los escritores estadounidenses más destacados de la primera mitad del siglo XX como Scott Fitzgerald, Ernest Hemingway o el ya citado Thomas Wolfe. Y aunque hay un par de secuencias protagonizadas por Hemingway y Fitzgerald —una de las mejores de la película por cierto—, la cinta se centra en la relación entre Perkins y Wolfe.
El editor de libros peca de cierta falta de ideas a nivel visual, parecería que su secuencia inicial no hubiese sido rodada por el mismo director que el resto del filme. Jude Law atrapa la atención en el inicio por su habitual carisma pero poco a poco se desliza casi hasta la parodia, con un histrionismo que, más que interesarnos o conmovernos por el personaje de Wolfe, nos va alejando poco a poco de él. Todo lo contrario que Colin Firth. El interprete de Un hombre soltero (A single man) realiza un trabajo soberbio y es de lejos lo mejor de la película. Su trabajo actoral es un ejemplo de que en el cine muchas veces menos es más. Firth sabe abordar además con maestría y sutileza el crescendo emocional de su personaje hasta la secuencia final, que debería valerle por si sola una nominación al Óscar.
No obstante, y a pesar de sus peros, El editor de libros es una película que se ve con interés. No aburre, su metraje está bien medido y nos deja dos o tres secuencias brillantes. Pero la impresión general es que la historia —casi paterno filial— entre el editor que intenta hacer su trabajo de la forma más profesional y anónima posible, y su escritor protegido, cuya mente convulsa y escritura compulsiva necesita de alguien que la encauce, podía haber dado para más en manos más expertas. Uno piensa en Sam Mendes (Camino a la perdición) o en Stephen Daldry (Las horas) y sufre por el pudo haber sido que en este caso no es.
Una película entretenida y aseada que aunque no logra, salvo en contados momentos, alcanzar las altas cotas que podía haber conseguido, deja buen sabor de boca por el interés de la historia y el buen hacer de Colin Firth. Para amantes del biopic academicista que no busca complicarse la vida ni ponérselo difícil al espectador
Tráiler de El editor de libros (Genius) en Español