Crítica de Días de Vinilo
Llega tarde a las salas españolas esta comedia dramática, Días de vinilo, que tuvo su espacio en el cine argentino aproximándose a los meses finales del año 2012.
Daniel Nesci es su director y también guionista, el mismo que a la par de Gastón Pauls (aquí entre los protagonistas) orquestó la serie Todos contra Juan, de tonos y andares muy similares a los que encontramos en esta proyección de casi dos horas de metraje.
Afable, llevadera aunque intermitente, la narración peca de no terminar de encontrar un rumbo que contagie netamente al espectador con los sucesos. Si bien existen y se exponen situaciones con las que más de uno se sienta identificado, su dificultad para dosificarlas es uno de los factores que obra de forma negativa al tropezar con la reiteración y la irregularidad.
La historia nos interioriza en la vida de cuatro amigos treintañeros conectados desde la infancia por pasiones como la música y las pláticas sobre mujeres; de hecho todo inicia con el relato a partir de la voz en off de Pauls intercalado con unas breves secuencias de cuando eran niños los integrantes de este cuarteto bien interpretado por el mencionado actor de Nueve Reinas, Fernán Mirás, Rafael Spregelburd e Ignacio Toselli. Uno de ellos intenta recuperar un viejo amor al redactar un guión de cine del que pierde su única copia. Para su fortuna, es encontrado por una mujer que comienza a calar hondo en sus sentimientos.
Días de vinilo es una película que refleja el valor de la amistad, explorando un poco de cada género, en una especie de mix entre el drama, la comedia y el romance. Es probablemente el primero de los tres citados el que más amplitud abarca, azucarado con cucharadas de tinte humorístico para alivianar determinados pasajes y hacerlos más simpáticos. Esta faceta queda a cargo del flanco masculino, gracias al buen feeling que mantienen los intérpretes centrales (vale destacar, también, la grata aparición de Leonardo Sbaraglia con diálogos teñidos de sarcasmo, prácticamente paródicos).
Si nos remitimos a los aspectos negativos, es detectable el inconveniente a la hora de cambiar el ritmo; existen momentos que ameritan un mínimo acelere para no recaer en aires de mansedad y de monotonía. Así como el apartado que le toca a los hombres funciona y convence, la balanza no encuentra el mismo equilibrio del lado de las féminas. Inés Efrón cumple, en líneas generales, sin sobresaltos, fundamentalmente en su apariencia afectiva, reforzando el eje romántico de la historia. Mientras tanto, Emilia Attias suena forzada y su falta de expresividad para enunciar una frase o bien para gesticular no es uniforme en las oportunidades que aparece en pantalla. De todos modos es una actriz que está incursionando y creciendo de a poco en el ambiente televisivo-cinematográfico.
Días de vinilo acaba siendo un producto regular, agradable y ameno. Retrata, en complicidad con el público, la inmadurez de arquetipo en determinada edad varonil y los vínculos que forman la amistad. Lamentablemente, no es acreedora de acontecimientos memorables como para recordarla por su trascendencia.
2.5 / 5