¿Qué película de cine estás buscando?

Uno se muere de pena cuando comprueba que la industria, esa maquinaria sin escrúpulos, se olvida de autores indispensables a la hora de entender la esencia de un género.

Walter Hill, director de un puñado de películas imprescindibles, como The Warriors, Calles de fuego o Forajidos de leyenda (por citar alguna y sin meternos en su faceta de productor), llevaba en el limbo de los autores con personalidad desde los tiempos de Invicto, una peliculita con Wesley Snipes que parecía, en efecto, el agotamiento de un director que llevaba años tonteando con el olvido.

Ha tardado más de una década en regresar tras las cámaras (de cine, en tv ha dejado cosas interesantísimas, como Deadwood o Broken Trail) y por fin ha podido rodar con Stallone, con quien estuvo a punto de colaborar en Límite: 48 horas.

Crítica de Una Bala en la Cabeza, vuelta al cine de acción

Una bala en la cabeza tiene un hándicap importante, y es la comparación con la sobresaliente El último desafío, un festín de la vieja escuela del que se encargó un virtuoso de la narración.

Hill nunca fue un prodigio técnico ni un director delicado, y no lo será nunca: la película es fea, seca y está llena de esos ramalazos de violencia amoral marca de la casa, pero tiene un problema de guión, algo perdonable gracias a la labor del inmortal Sly, que suelta puñetazos físicos y verbales.

Sin tomarse en serio en ningún momento y plenamente consciente de lo que es, Una bala en la cabeza, con sus defectos y sus virtudes, es un regreso al thriller de acción de antaño con todas las consecuencias. Además, Hill parece que utiliza la película para desperezarse y ya prepara St.Vincent, otro thriller de los suyos.

Bienvenido de nuevo, Walter.

Autor de esta crítica: @kikovegar


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