Crítica de Pacific Rim (2013)

“Oye, que han hecho una peli de robots gigantes contra monstruos aún más grandes, pero es una mierda: son robots contra monstruos todo el rato”

De un tiempo a esta parte, la hipocresía y el desagradecimiento dominan el patio de butacas de los cines del mundo, y es algo contra lo que no podemos luchar (ni con robots gigantes) e igual de dañino que la temida piratería.

Guillermo Del Toro nos regala una película kaiju a todos los que nunca fuimos fans de los monstruos de tiempos o galaxias o realidades remotas, y aún así, con conocimiento de la causa por ambas partes, sobre todo de la suya, le damos la espalda. Curiosamente, y al contrario que en la gloriosa trilogía transformista de Michael Bay, una imparable máquina de amasar millones, la crítica ha recibido Pacific Rim con más entusiasmo que el público, que es quien dicta la sentencia en estos casos. La película no ha conseguido llegar a los cien millones de dólares en terreno americano, algo parecido a una debacle en toda regla por más que recaude en aguas internacionales. Una pena, porque llegará un día en el que todos los estrenos sean encefalogamas planos sin un ápice de consciencia.

En Pacific Rim desfilan, uno tras otro, los clichés presentes en cada película de cada género, pero lo hace de manera voluntaria, convencida de que esas películas molaban, entre otras cosas, por esos clichés. Pero lo más interesante del asunto es que ese desfile resulta tan avispado que ni siquiera te das cuenta de que está jugando unas cartas viejas y marcadas, porque con la otra mano llega la distracción. De hecho, por momentos, el director parece tener un tercer brazo, como si fuera el Crimson Typhoon de los directores.

Las alabanzas no se quedan en la capacidad de Del Toro, un tipo que consigue petróleo en un casting muy descompensado, con un protagonista demasiado plano, sí, pero rodeado de gente tan interesante (actores y personajes) como el mariscal, la chica de la función o esa pareja de científicos que merecen no ya más minutos, sino una película para ellos solos. Por no hablar del mercado negro, otra película de Guillermo Del Toro que sucede paralelamente a Pacific Rim.

¿Y las hostias? Muy bien, gracias. Las hostias son la esencia de la película, y las hay de todos los colores: emboscadas imposibles, combos perfectos, armas blancas y arrojadizas, además de un imaginario potente. La pelea en Hong Kong ya vale el precio de la entrada.

Por poner una pega, se la pondré a un guión demasiado automático, que no llega a tocar la fibra en el alma del espectador más predispuesto, a pesar de proporcionar algo más de dos horas de puro placer y evasión. No estoy diciendo que una película como Pacific Rim necesite una base literaria fina, pero sí algo más de detalle en algunos secundarios (y en algunos principales) olvidados de la mano de dios.

Pero nada de eso importa, porque lo que debes hacer es buscar la pantalla de cine más grande de tu ciudad, comprar tu entrada con una coca cola y mear antes de la función, no te vayas a orinar en la sala.