Crítica de Mientras seamos jóvenes
Noah Baumbach se hace mayor. Ben Stiller también. Y Ad-Rock. Y tú. Y detrás vienen otros. Mientras seamos jóvenes es la prolongación de Frances Ha, más bien su reverso tenebroso.
El director y guionista, cabeza visible del estilo de vida neoyorquino y colaborador de Wes Anderson, amigo de Brian De Palma (y director de un inminente documental sobre su vida), ha sabido encontrar su camino y vuelve a contar con la estrella de Zoolander para radiografiar las entrañas del fin de ciclo.
Mientras seamos jóvenes es una deliciosa comedia dramática (más de lo primero) que duele mientras te hace reír. En ella, somos testigos del relevo y del cambio generacional al que nos someterán los JASD (jóvenes aunque sobradamente descarados), más preparados, con más morro y menos delicadeza que la vieja guardia, y la imposibilidad de detener el paso del tiempo.
Con más tino que los últimos Apatow, donde el mensaje viene a ser el mismo (ya sabes, madura, crea vida, vive por ellos), la peli se beneficia de un casting de lujo (siempre es un placer reencontrarse con Charles Grodin) y acierta de pleno en la selección de rostros que marcan el pasado y el futuro. Stiller, comedido (como en Greenberg, también con Baumbach), y Adam Driver, que llegó a la ciudad para terminar devorando la galaxia (de Girls pasando por los Coen y llegando a Star Wars), se enfrentan a sus miedos y angustias (y a sus ambiciones) con un telón de fondo artístico del que sabe mucho su director.
Apoyados en un elenco de secundarios estupendo, con el (ex) BBoy Adam Horovitz (AKA Ad-Rock) o la cada vez más presente Amanda Seyfried, Mientras seamos jóvenes afectará en mayor o menor medida al espectador que se encuentre a determinada altura de los puntos A y B de la historia. Y duele más cuando te pilla en medio de los dos. Puedes creerme.
4 / 5