Crítica de Men in black 3 (2012)
Hace ya quince años que Barry Sonnenfeld, Steven Spielberg y Danny Elfman recreaban un mundo nuevo a partir de un cómic de Lowell Cunningham y Sandy Carruthers que se movía por terrenos más adultos.
Men in black es recordada como un clásico del fantástico para todos los públicos que amasó millones en todo el mundo y dio paso a una secuela que llegaría cinco años después y que apenas sobrepasaba los setenta y cinco minutos de duración. Eso, unido a la falta de originalidad y a un pobre montaje, lucía en pantalla como una película editada con descartes y retales sobrantes.
En MIB3 no hay rastro de los fenómenos que escribieron la segunda parte y nos encontramos un guión firmado por Etan Cohen, Jeff Natahnson, David Koepp y Michael Soccio, demasiadas manos para una película de estas características y más si tenemos en cuenta los enormes problemas durante la filmación, como no tener terminado el guión o escribir las líneas minutos antes de rodarlas.
A pesar de esos problemas la película funciona como un tiro -aunque pierda fuelle a partir del ecuador- gracias al mejor arranque de la saga: Boris “El Animal” (Jemaine Clement) huye de una prisión lunar de máxima seguridad ayudado por su novia, la imponente Nicole Scherziger (ex-Pussycat Dolls y novia de Lewis Hamilton), acabando con todo el que se pone por delante. Uno de los valores seguros de la película es que parece un catálogo de trabajos de Rick Baker, que presenta criaturas alucinantes y un montón de guasa extraterrestre, sobre todo con las criaturas de los sesenta, a las que disfraza como lo hacían en las películas de aquella época. Del trío protagonista destaca por encima de los chistes de Will Smith y las angustias de Jones un Josh Brolin que borda su papel de joven agente K, sobre todo en los momentos en los que demuestra algún tipo de emoción que no sea su habitual cara de palo.
Mientras la acción se desarrolla en la actualidad no hay tiempos muertos, aunque la sensación que transmite es la de ir de una escena de situación a otra y que todo parezca bien compactado para no apreciar la ausencia de guión, algo imposible de camuflar y menos en una superproducción de 200 millones de dólares. Pero el ritmo decae y la trama avanza a trompicones en una segunda mitad carente de ritmo y algo insegura, resultado de los problemas ya citados.
Aún así, la historia, con sus paradojas temporales y sus viajes (saltos) en el tiempo de lo que más se resiente es de la poca entidad que le brinda al villano de la función, y más teniendo en cuenta que su plan es una venganza personal contra el agente K.
Con algún cameo inesperado (Will Arnett, Bill Hader) y una buena sartenada de chistes buenos, Men in Black 3 es una agradable y juguetona propuesta para pasar la tarde en el cine rodeado de amigos.