Crítica de Mad Max: Furia en la carretera (2015)
La gran explosión en medio del desierto en forma de prueba nuclear cinematográfica ha cegado a todo el mundo. El retorno de George Miller a su infinito mundo de mierda, sudor y polvo es un triunfo del cine más puro que te puedas imaginar.
Mad Max: Furia en la carretera, son ciento veinte minutos de calculadísimo frenesí apocalíptico donde ni falta ni sobra nada, aunque viniendo de donde viene y con su clasificación R personalmente echo de menos un poco de chicha gore y sanguinolenta, detalles sin importancia hasta una ejecución final que o bien está censurada o se ha rodado con poco mimo. A Rockatansky le sienta estupendamente bien la transfusión sanguínea y la pose de Tom Hardy, que ofrece al Max más animal y parco en palabras de la saga. También sabe acoger a un cargamento de personajes secundarios que acompañen al guerrero de la carretera con buen humor y ganas de cooperación.
Cuesta creer que en Warner Bros hayan puesto tanta pasta sobre la mesa para un proyecto tan osado, pero a buen seguro que las recaudaciones estarán a la altura del desafío, que no es poco: reinventar el género de coches a todo gas matándose de manera salvaje entre ruido ensordecedor y aterradoras tormentas del desierto. Vehículos y armamentos de toda clase para unos kamikazes donde se llevan la palma los miembros del coche orquestado más loco de la historia del cine, algo que no habrían imaginado ni los Autos Locos.
La sangre y la gasolina, la sangre como gasolina, puede que los únicos elementos que faltaban en la visión motorizada de los gladiadores que George Miller imaginó hace casi cuarenta años, son elementos primordiales de la trama, pero no los únicos. Con una acertada economía narrativa marca de la casa, el director presenta un futuro donde las mujeres tienen un (doble) papel vital y el villano que encarna Hugh Keays-Byrne (como ya hiciera en la primera parte con otro personaje), sabe lo que tiene entre manos y cómo manejarlo.
Al igual que en la evolución de la saga, los ecos de Star Wars están presentes más allá de los páramos rojizos, algo muy visible en la vestimenta y respiraderos de Immortan Joe, entre el guiño, el homenaje y lo estrictamente necesario. Rara vez sabemos de una película que necesite rodar escenas adicionales para redondear el resultado en lugar de hacerlo para salvar los muebles.
Una persecución de dos horas sin caídas de ritmo, perfectamente engrasados y con una ITV de matrícula de honor.
4.5 / 5