Crítica de La noche más oscura
El mayor acierto de La noche más oscura es que su directora, Kathryn Bigelow, consigue ir al grano durante más de dos horas y media.
Al más puro estilo Oliver Stone, cuando era un director valiente e innovador (más o menos), Bigelow sitúa la historia en el momento posterior a la caída de las torres de Nueva York tras el ataque terrorista. A lo largo de una década, la obsesiva agente Maya, -Jessica Chastain, arrebatadora-, removerá cielo, tierra y agencia gubernamental necesaria para dar con el paradero del enemigo número uno de América.
Kathryn Bigelow y su guionista, Mark Boal, no pierden el tiempo en sentimentalismos ni bajones anímicos, permitiendo que un simple rótulo de situación nos valga como transición temporal y logrando que la sucesión de actores de toda condición que se deja ver a lo largo del metraje no descoloque a nadie. Y es que, hablando de actores, aquí están presentes de todos los tipos: Mark Duplass, uno de los actuales reyes del indie, James Gandolfini, Mark Strong o el cómico Chris Pratt no desentonan con sus interpretaciones y aportan su granito de arena a la función.
Las pegas que se le pueden poner a una película como Zero Dark City, además de la inevitable carga fascista, es la de contar una historia que se ha convertido en leyenda. ¿Qué pasó exactamente en esa operación? ¿Existió realmente dicha operación? ZDC no se plantea esas dudas: recrea esas situaciones, pasaran o no, poniendo en imágenes distintos testimonios de testigos directos que ayudaron a construir el libreto.
Cinematográficamente es, de lejos, lo mejor y más potente de la oscarizada directora de la sobrevalorada y mucho más inofensiva En tierra hostil.