Crítica de La cabaña en el bosque (2012)
Faltaba España por ver la estupenda experiencia ideada por Whedon y Goddard. Bueno, realmente no faltaba nadie. Tras muchas trifulcas por fin puede verse de manera legal en nuestro país una de las más redondas películas de horror de los últimos años.
A estas alturas resulta muy complicado hacer una reseña de una película que el 99% de los aficionados al cine ha visto de una u otra forma, pero más complicado es comprender las razones por las que un proyecto así estuvo tanto tiempo en la nevera. Y no hablo del vergonzoso ejercicio de hipocresía que una distribuidora se marcó hace unos meses de cara a su estreno por aquí.
Cuando finalmente la película se mostró, y nosotros pudimos verla en el auditorio de Sitges hace un año exactamente, el entusiasmo fue generalizado. Y no es para menos.
La cabaña en el bosque es un sanísimo ejercicio de deconstrucción y reconstrucción de los patrones por los que se mueve el género, obteniendo como resultado una entrañable película de terror perfectamente consciente de querer ser una gran broma. La broma definitiva, diría yo. Y es que jugar con los estereotipos de un género como el horror puede resultar brillante cuando se dominan todos y cada uno de ellos. Y si no me creen, ahí está Edgar Wright.
Sin querer (ni pretender) jugar en la liga de un Shaun of the dead, la película de Goddard (menudo único título en su filmografía) es una película de terror pura y dura, pero tan maestra en sus movimientos que termina por hacernos partícipes de su sabiduría y (creer) anticiparnos. Pero no. La sociedad tras las cámaras es más lista que todos nosotros y lo dejan claro sin ofendernos al resto de humanos.
Todo lo que hemos visto durante nuestra vida de aficionados al género está ahí y además está subrayado, que quede todo bien clarito. El cachas, el fumeta, la lista, la tonta, el deportista… pero nada es lo que parece. Ni en su universo ni en el universo en general.
Si queda alguien ahí fuera sin ver la película, que no dude: aseguro que se trata de una de las experiencias más gozosas e insólitas de los últimos años.
Se admiten apuestas.