Crítica de Kingsman: servicio secreto
Llevar a la gran pantalla de manera fiel cualquier obra de Mark Millar es algo bastante difícil, además de muy arriesgado, cuando lo que pretendes es llegar a todos los públicos a través de un material considerablemente adulto.
“Oficialmente” sólo Wanted y Kick Ass son adaptaciones de sus obras, aunque sin sus Ultimates no tendríamos esos Vengadores y observamos algún ramalazo más en otras producciones (puede que en los nuevos 4F y ya veremos qué hace Marvel con su Civil War), pero ninguna de esas adaptaciones ha resultado tan fiel al espíritu gamberro y violento de su autor como esta visión que el director de la decepcionante Kick-Ass presenta de la mejor obra de Millar desde El viejo Logan.
Kingsman es una película seria y macarra que viene de un cómic muy poco serio y casi inadaptable. ¿El motivo? Un villano con un plan imposible, un arranque desmesurado por muchas razones y un montón de violencia imposible de llevar a las multisalas. Y entonces llegan Jane Goldman y el director y lo adaptan de manera ejemplar.
Kingsman, la película, también es una puesta al día de los caballeros de la mesa redonda, del valor del gentleman y de laboratorios ultrasecretos (con tufillo Fox a X-men perdonable), de aprendizaje y de lealtad y trabajo en equipo.
La mayor virtud de la película es no caer en fallidos intentos juveniles (¿Alguien se acuerda de Richard Grieco?) y tratar al espectador como una persona adulta, inteligente y que sabrá ver la guasa, por ejemplo, de la secuencia más violenta, frenética e incorrecta del año.
Esta festiva versión de The Secret Service es la mejor adaptación de un cómic de Mark Millar y la mejor película de Matthew Vaughn, que abre la veda del nuevo espionaje mientras esperamos a que lleguen el verano y el agente de C.I.P.O.L
4 / 5