Crítica de Fast & Furious 6
Ahora que las franquicias cada vez se esfuerzan menos, salvo contadas excepciones, una saga que llega a una sexta entrega tan fresca no puede pasar desapercibida. Las aventuras de Toretto y compañía arrancaron en 2001 y durante más de una década no ha parado de reinventarse desde la primera entrega, dirigida por Rob Cohen. Tras una secuela dirigida por John Singleton y de una tercera aventura donde Justin Lin tomaba las riendas de la saga, las películas cada vez se volvieron más espectaculares a medida que se olvidaban de las carreras para centrarse en misiones imposibles.
Fast 5 fue una de las mayores sorpresas de hace un par de temporadas, una película de acción espectacular que tomaba las bases del cine de Michael Bay o de la saga de Misión Imposible, donde primaba la diversión y la acción del más difícil todavía, y eso era algo que podía jugar en contra de la nueva entrega. Pero no.
Fast & Furious 6 sigue firme en su paso por la espectacularidad y la grandilocuencia bien mezclada con un humor tonto y amable, además de seguir fichando nuevos personajes con mucho músculo que aporten nuevas peleas alucinantes.
Sin llegar a ser tan redonda como la anterior, bastante más dialogada y con la acción algo peor repartida, la nueva entrega se guarda toda la chicha para sus últimos cuarenta minutos, donde asistimos a una serie de persecuciones atronadoras y peleas dignas de la mejor época de la WWF.
Ese clímax eterno deja un gran sabor de boca de cara a la séptima parte, presentando a otro personaje que te dejará con la boca a bierta y con ganas de más. De mucho más.
Y estamos hablando de una séptima película que esperamos ansiosos. Poca broma.