Crítica de Espías
El tiempo siempre pone las cosas en su sitio, así que parece que será cuestión de esperar a que estrenen la secuela de Cazafantasmas para demostrar si Paul Feig era el hombre adecuado. De momento sus trabajos junto a Melissa McCarthy dan la razón al ejecutivo que tuvo la última palabra.
Espías, la nueva comedia de acción de la pareja, no reinventa nada ni está mejor rodada que sus infinitas compañeras de fatigas, pero sí demuestra un mayor dinamismo y una sensación de estar viva que sólo se consigue a base de buena mano en la escritura y velocidad de crucero en el montaje.
Si Cuerpos Especiales era una comedia con el corazón puesto en el thriller policial de parejas de los años dorados de la acción, Espías tiene el órgano vital en el mundo de los dobles agentes y el terrorismo internacional. Pocas sorpresas argumentales, por no decir ninguna, veremos por aquí. Espías no pretende imposibles puntos de giro y situaciones originales porque en realidad no los necesita. Se basta y sobra con el carisma de su protagonista, que atraviesa el mejor momento de su carrera, reinando en la taquilla norteamericana con cada nuevo trabajo.
La estrella está acompañada en esta ocasión por payasos habituales (Rose Byrne, te amo), payasos menos habituales (Jude Law debería ser James Bond, sobre todo por el enorme parecido que tiene con la primera etapa de Connery) y payasos nada habituales (The Stath), con ganas de cachondeo y buen rollo. Con ese reparto principal también hay tiempo para los secundarios de lujo, porque lo que hacen Miranda Hart y Peter Serafinowicz está cerca de eclipsar al tridente protagonista.
Muchas risas y mucho gag físico se añaden a la habitual capacidad verbal de McCarthy en una de las comedias más agradables, divertidas y necesarias del verano.
3.5 / 5