Crítica de El Lobo de Wall Street
La filmografía de Martin Scorsese se ha estudiado y estudiará en el futuro, qué duda cabe. Es uno de los grandes de la Historia del Cine con Mayúsculas.
Es ahora, con más de setenta años y una cantidad insultante de títulos indispensables, videoclips de Michael Jackson, retrospectivas y proyectos locos, cuando parece más en forma. En forma.
On fire, más que nunca, El Lobo de Wall Street nos devuelve al Scorsese que no vimos en Hugo, al paranóico cocaínomano de Goodfellas, al gran narrador que siempre ha sido.
Nunca hasta ahora habíamos visto a un Di Caprio tan arrasador, la estrella y productor de la peli da un recital que le mantiene en la estratosfera. Tanto que me da bajón pensar en lo difícil que lo tiene ahora, tras Gatsby y Belfort.
Atención también a Joe Pesci como Jonah Hill, a los secundarios (desde que vi Destino Final 5 ya dije que P.J. Byrne era el Carlos Areces americano), a las farras y a la cocaína, que deja a Tony Montana a la altura de un fumador de costo malo.
Rubias, morenas o pelirrojas: todas tienen algo que enseñar. Scorsese es un pervertido.
Drogas. De todas las formas y colores, pero también de la manera más loca de introducirlas en el cuerpo del ser humano. La primera secuencia de la peli es difícil de olvidar. No lleven a sus hijas al cine.
Osada como pocas películas “comerciales” en estos fríos tiempos de castración, El lobo de Wall Street es una comedia salvaje, pero de verdad.
Dentadura postiza aparte, Jonah Hill tiene su segunda candidatura al Oscar. Algo de esperanza después del Globo de Oro que acaba de llevarse a casa Andy Samberg por Brooklyn Nine-Nine.
Igual este año tampoco hay Oscar para su protagonista. No pasa nada, con el ojo que tiene no debería tardar deasiado en hacer un hat trick.
Con su recreación de la vida de Jordan Belfort, Leo ya lleva cinco pelis con Scorsese. Poca broma.
Antes de terminar, me gustaría destacar la escena en la que la estrella rememora los tiepos de Gilbert Grape. Uno de los momentos más excesivos de la carrera de uno de los directores más excesivos de todos los tiempos. Pura diversión enfermiza para los amantes de las bebidas energéticas (o de las drogas)
Puede que una de las trayectorias más complicadas de entender sea la de Matthew McConaughey, que iba para estrella, se estrelló y resurgió de sus cenizas a base de pelotas, modestia, cachondeo y recitales.
Risas, sobreactuaciones de calidad y mucha mala uva hacen que El lobo de Wall Street sea la primera comedia real de Martin Scorsese. Además de ser un film excelente, es histórico.
Imposible no enamorarse de Margot Robbie, la loba de Wall Street, en un papel valiente y complicado que va más allá de mujer objeto de protagonista conflictivo.
O sea, no se pierdan El lobo de Wall Street.