Crítica de Dredd (2012)

Alex Garland había escrito el guión de la nueva versión del personaje para que Duncan Jones la dirigiera, pero los problemas de agenda en Hollywood están a la orden del día y al final el director de Moon no pudo hacerse cargo de la producción.

Pete Travis asume el reto y las expectativas se superan. Y es que un personaje tan jugoso como el Juez Dredd no podía quedar en el recuerdo del celuloide con aquella adaptación tróspida protagonizada por un Stallone vestido por Versace.

Dredd y la novata Anderson, psíquica ella, se acercan a un bloque de viviendas de 200 pisos donde han aparecido unos cadáveres. Y se lía parda. Mucho.  La película no es ningún ejemplo de belleza arrebatadora ni de planificación ejemplar: es una peli macarra y sucia con dos grandísimos cojones un par de narices.

A partir de la llegada al bloque y la encerrona, un superejecutor subiendo sus 200 pisos masacrando todo lo que se mueva, muchos pasillos mal iluminados y humor seco para acompañar las  muertes más burras de la temporada, pero, ojo al dato, también las más bonitas. Si alguien revienta en mil pedazos en esta peli, no sólo no será gratuito, será hermoso. Como Attack the block pero con el Juez Dredd en lugar de un peluche.

Además, la banda sonora de Paul Leonard-Morgan, sintetizador en mano, nos sitúa en los ochenta más carpenterianos para, sin estridencias, acompañar los pasos del juez por el vecindario mientras dicta sentencia. Acertada aproximación a uno de los personajes más interesantes del cómic que ojalá tenga una vida rentable en las salas y poder pasarse a saludar de vez en cuando. Será un placer.