Crítica de Desmadre de padre (2012)

Adam Sandler vuelve a lo grande haciendo lo que mejor sabe hacer: el gañán. Desmadre de padre es su mejor comedia desde Zohan.

Vuelven los cameos locos y las colaboraciones inesperadas, como la de Vanilla Ice riéndose de sí mismo y haciendo equipo con el rey de la comedia que siempre ha sido el protagonista de las gloriosas Terminagolf o Billy Madison.

Sandler cuenta con el apoyo de Andy Samberg, una versión 2.0 perfeccionada y depurada que, con su salida de SNL, debe prodigarse en la comedia bufa porque lo lleva en la sangre, que por algo es Hot Rod.

Los palos (merecidos) por comedietas en punto muerto como Niños Grandes o Jack y su gemela no deben repetirse ante una comedia que vomita sobre otras mejor vistas, como la saga de los padres y los suegros de Ben Stiller.

Con un prólogo ochentero protagonizado por un clon de la estrella y un punto de partida brillante y zafio como pocos, Desmadre de padre no pierde velocidad en ningún momento y, aunque la dirección de Sean Anders no sea precisamente académica, por aquí nos morimos de ganas de ver su próxima comedia, donde repite Sandler junto a Will Ferrell.

Si lo que pedimos a una comedia es que haga reír, la nueva película de Adam Sandler cumple sobradamente.