Crítica de Cuando todo está perdido
Por la razón que sea, todo el mundo vio Gravity, elegida de manera unánime como “la experiencia” de la temporada pasada. Que si por Cuarón, maestro del plano secuencia, que si por la revolución cinematográfica que supuso, que si porque Bullock es una gran actriz menospreciada, que si el tirón de Clooney… Nada de eso importaba más que la propia experiencia que suponía ver la película. Bien, con poco más de un mes de este nuevo año ya tenemos nueva experiencia.
Cuando todo está perdido (All is lost) es otra película similar en cuanto a su disfrute. Escudada en el caparazón de cine puro, la película es una localización, un personaje y apenas un par de frases, todas en off al principio de la historia. Y dura algo más de cien minutos. ¿Demasiado para lo que hay dentro? Personalmente, así lo creo.
Robert Redford, que vuelve a tener ganas de cine (Pacto de silencio antes, la secuela de Capitán América después), se encarga de meter en situación al espectador con la ayuda de J.C. Chandor, que no es Alfonso Cuarón, y un pequeño velero. Y la cinta va directa al grano desde la primera secuencia, aunque la que sirve de introducción resulte finalmente tramposa por culpa de un desenlace torpe y poco creíble que, curiosamente, también tiene mucho en común con el de Gravity.
Sé que no es justo comparar ambas producciones, porque aquí sí estamos ante una cinta pequeña, modesta y artesanal, que no necesita el holgado presupuesto de la mencionada aventura espacial, pero el resultado se parece mucho en los dos casos. Una película con un guión ajustado, centrado en enviar a un personaje de un punto a otro, y las complicaciones que se encuentra por el camino para llevar a cabo su viaje.
La película gustará, porque Redford (que nunca ha sido un gran actor, no lo olvidemos) tiene suficiente carisma para llevar en volandas lo que sea y porque es uno de los últimos clásicos que nos quedan, porque las aventuras dramáticas de supervivencia gustan a la taquilla y porque está rodada con gusto, pero me preocupa que empiecen a llovernos aventuras mínimas y que la oleada post-Gravity llene los cines de mediocridad.
Recomendada para espectadores pacientes acostumbrados a ver crecer la hierba, para los que sufrieron con Open Water o The Reef y para los amantes de las experiencias cinematográficas (glups)