El Ministerio del tiempo Temporada 2 Capítulo 1 Análisis: “Tiempo de leyenda”
Anoche regresó El Ministerio del tiempo con su segunda temporada, una de las series revelación del año pasado. Su apuesta innovadora, la calidad de las imágenes y un elenco bastante efectivo y creíble, son las principales bazas de esta ficción que ha logrado enganchar a sus seguidores, los conocidos como “ministéricos”. Además, con una audiencia de 2.829.000 espectadores y un share del 14,6%, la serie se sitúa líder en su franja de emisión.
En este noveno capítulo de El Ministerio del tiempo titulado “Tiempo de leyenda”, los trabajadores del ministerio continúan reponiéndose tras conocer la traición de Irene Larra. Además, un nuevo caso deberá ser resuelto y, en esta ocasión, Amelia y Alonso acompañados por Ambrosio de Spínola investigarán el hallazgo de unos restos fechados que pertenecen supuestamente a El Cid Campeador, pero que no son los correspondientes restos que se encuentran en la catedral de Burgos. Si quieres saber al detalle lo sucedido, sigue leyendo pero ¡¡alerta spoiler!!
Vuelta a empezar
Después de la traición de Irene Larra, el Ministerio intenta salir adelante y continuar con su deber. Con Irene bajo tratamiento y Lola Mendieta cumpliendo condena en la cárcel, los trabajadores comienzan a volver a la normalidad. Lo mismo sucede con Julián, el enfermero, tras estar alejado temporalmente recuperándose de su fracaso en su obsesión de salvar a su mujer fallecida años atrás, regresa bajo las órdenes del ministerio, dispuesto a ayudar en nuevos casos.
Sin embargo, tras un gran recibimiento por parte de sus compañeros –retrato de Velázquez incluido-, para su decepción e incredulidad, Julián se ve apartado de su equipo y relegado a labores médicas. A partir de ahora, no va a ayudar en el campo de batalla, sino que se dedicará a curar las heridas de los funcionarios que viajan a través de las puertas y regresan con necesidad de recibir ayuda médica.
La falsa historia de El Cid
Aunque no cuentan con la ayuda de Julián, Amelia y Alonso de Entrerríos deben encargarse de un nuevo caso que ha llegado hasta el ministerio. A cambio, tendrán a su lado a nada más ni nada menos que Spínola, aunque a éste le cueste aceptar a una mujer como superiora. A pesar de que Amelia y Alonso preferirían a su ya amigo Julián, los tres no tienen más remedio que aguantarse y hacer equipo y, para ello, Amelia no duda en regalarle unos cuantos zascas a Spínola, dejando claro que, aunque sea mujer, debe obedecer cada una de sus órdenes.
El caso en cuestión que deben resolver es el hallazgo de unos restos fechados que supuestamente pertenecen a El Cid Campeador, pero que no tienen nada que ver con otros restos pertenecientes a El Cid y que se encuentran en la catedral de Burgos. El asunto es bastante complicado porque hasta ahora siempre se ha considerado que los restos de Burgos son los correctos y este nuevo descubrimiento echa por tierra esta teoría. ¿Acaso hay dos Rodrigo Díaz de Vivar? ¿O uno es verdadero y otro un farsante?
Dispuestos a ayudar a que la Historia siga su curso, la patrulla viaja hasta la Valencia de 1099 para conseguir el ADN de Rodrigo Díaz de Vivar. Sin que necesidad de que trascurra mucho tiempo, el equipo logra reunirse con el mismísimo Cid Campeador. Aparentemente parece el hombre valeroso que narra la leyenda pero Amelia sospecha que se trata de un farsante. Sus dudas incrementan cuando escucha a El Cid recitar su vida tal y como se cuenta en el Cantar, incluso relata cosas de las que no se tienen constancia porque sólo son tratadas como leyenda.
En un momento en el que El Cid se marcha a combatir, Amelia entra en sus aposentos y descubre versiones impresas de El Cantar del mio Cid, así como fotografías pertenecientes al siglo XX. Cuando el caso parecía resuelto sin necesidad de ADN, los soldados de El Cid les detienen porque Jimena le ha contado a su esposo que vio a Amelia entrar en sus aposentos, una actitud sospechosa y nada aceptable para unos meros invitados.
Encarcelados y sin nadie que pueda escucharles, Rodrigo les confiesa que no es el verdadero Cid y les explica la verdadera historia. Años atrás, él y otro agente de campo del ministerio viajaron hasta Valencia para grabar unas imágenes de El Cid combatiendo para que Charlton Heston pudiera documentarse, ya que Menéndez Pidal no fue capaz de aportarle información porque no soportaba las preguntas absurdas del director.
Durante esa grabación el Cid falleció muchos años antes de lo que cuenta la Historia y, al ser él y su acompañante los responsables, no tuvo más remedio que aceptar la propuesta del ministerio y hacerse pasar por El Cid, viviendo durante todo este tiempo suplantando su identidad. Sin embargo, cuando estaba a punto de cumplir su promesa y morir cuando marca la historia, el falso Cid fallece, por lo que Alonso de Entrerríos decide llevar las armas de El Cid y acabar con la misión para que la Historia se cumpla.
Una nueva vida
Ajeno a la apasionante aventura que están viviendo sus compañeros, Julián pasa los días en su consulta atendiendo a los distintos agentes que se presentan con heridas varias tras cumplir sus misiones como agentes de campo cruzando las puertas del ministerio. Entre otros, Julián recibe la visita de un compañero que viaja desde la época de Viriato, personaje interpretado por David Sainz y que algunos reconoceréis como el “negro” de Malviviendo.
Finalmente, tras una jornada con un trabajo y una vida que no es de su agrado y sin poder volver a ver a su mujer, Julián decide tomar las riendas de su vida y administrar su tiempo a su manera. Con una carta para sus compañeros, el enfermero explica que va a marcharse por una de las puertas del Ministerio, hacia un lugar donde pueda ayudar a los demás, donde nadie le conozca ni sepa de su pasado y sus problemas. ¿Cuál será el destino de Julián? ¿Volveremos a verle?