Dirigido por … Lars von Trier
A finales del 2013 y principios de este 2014, hemos tenido la oportunidad de ver en 2 partes (aunque rodada como una sóla película), Nymphomaniac, el último cartucho de creatividad del danés Lars von Trier. Pero antes de encarar este proyecto sobre las experiencias de una ninfómana de 50 años, es recomendable echar un vistazo atrás en el tiempo y así entender un poco mejor a este director.
Lars von Trier es uno de los artífices de Dogma 95, esto es, un manifiesto por el que los directores que se suscriben al mismo expresan su interés por un cine sin efectos especiales y con una profundidad técnica mínima.
Por esta razón, la mayoría de películas del director presentan grabaciones con cámara en mano, pocas situaciones con cámaras fijas y algunas excentricidades como la inclusión de 100 cámaras de grabación para grabar a la cantante Bjork en una escena de tren durante la película Bailar en la oscuridad.
Otro de los recursos típicos de von Trier es el intercambio de formatos, desde un blanco y negro de alta calidad hacia un metraje en color granulado semi documental. Inició esta técnica en Epidemic (1987) y aún en Nymphomaniac sigue siendo adicto a ella.
La crítica ha clasificado el trabajo del director en trilogías. De esta forma, tenemos la trilogía Europa con los films El elemento del crimen (1984), Epidemic (1987) y Europa (1991); la trilogía de los Corazones de Oro que incluye Rompiendo las olas (1996), Los idiotas (1998) y Bailar en la oscuridad (2000); la trilogía Estados Unidos con Dogville (2003), Manderlay (2005) y Washington (pendiente de ser terminada); y, finalmente, la trilogía de la Depresión con Anticristo (2009), Melancolía (2011) y Nymphomaniac (2013).
Personalmente considero de mayor importancia y trascendencia su interpretación de la realidad a través de una cámara, como método de denuncia social, así como de experimentación creativa. Máximos exponentes de ello son Dogville y Manderlay, la primera protagonizada por Nicole Kidman y la segunda por Bryce Dallas Howard, ambas representando el mismo personaje. Sobre todo en el primer film, el director forzó su creatividad presentando una película sin decorado. Las casas sólo figuraban pintadas en el suelo sus paredes y el attrezzo era mínimo. Sorprendentemente, la historia de una empobrecida ciudad con ciudadanos egoístas y abandonados a su suerte cala enseguida en el espectador, que asiste boquiabierto ante uno de los proyectos más arriesgados del séptimo arte.
Pero centrándonos en la película actual de Nymphomaniac, nos preguntamos ¿qué tiene Lars von Trier con el sexo? Turbulentas relaciones o sentimientos atormentados deben regir la mente del maestro cineasta cuando la mayoría de sus películas presentan escenas o situaciones relacionadas con el sexo y, presumiblemente, alejadas de los típicos conflictos de pareja.
Ya en 1996 con Rompiendo las olas el danés presentaba una situación incómoda con una protagonista cuyo marido paralítico por un accidente, le motivaba a tener relaciones sexuales con desconocidos para que se las contara y además disfrutara del placer físico, algo que él ya no podía ofrecerle. La mujer, bondadosa y complaciente, accede a pesar de la opresiva sociedad en la que viven. En Dogville, la protagonista Grace sufre una humillación constante de todo el pueblo al que llega en forma de abusos y violaciones, sólo con el fin de incitar en el espectador el deseo de venganza. En Anticristo (2009) el sentimiento de culpabilidad se fusionará con el deseo sexual irrefrenable, cuando una pareja pierda a su hijo por caer desde una ventana, mientras ellos disfrutan distraídamente de un intenso coito. La purgación posterior en una cabaña solitaria mezcla elementos de terror con amputaciones genitales, entre otras muchas escenas de sexo salvaje y oscuro, en un claro manifiesto de rechazo a la opresión sufrida por la mujer, física y moralmente.
Y así llegamos a Nymphomaniac. Tras analizar todo lo anterior, podemos vislumbrar el interés de Lars Von Trier por representar la desigualdad entre géneros, mostrando a una mujer muy superior al hombre por poder dominarlo sexualmente, pero sin dejar de sufrir por ello. Como todas las protagonistas de sus films, la ninfómana de la película cae en una desgracia tras otra, es llevada al límite y sólo la segunda parte dirá si ha merecido la pena todo el esfuerzo (placentero o no) o si bien su vida, como la de otros muchos de sus personajes, es insignificante en el devenir de la historia global de su filmografía.
Guste o no guste Nymphomaniac, se alabe o se critique el estilo realista con fuerte componente sexual frustrante de estos films, es innegable que la polémica sigue a Lars Von Trier. Le sigue allá donde vaya.