Better Call Saul Temporada 2 Capítulo 1 Recap: Switch

Better Call Saul ha vuelto. El spin-off/precuela de Breaking Bad regresa en una segunda temporada que ya tenía prevista desde un principio. Por ese motivo, precisamente, se han tomado sus creadores la libertad de asentar bien el personaje de Saul Goodman (aka Jimmy McGill), en ese debate moral continuo entre lo que está bien y lo que está mal, que terminaba obsesionando a nuestro protagonista al final de la temporada pasada. ¿Pero qué ha sido de Jimmy desde entonces? ¿Cuál es su futuro más cercano? ¡Alerta spoiler!

Black & Walter White

Este primer capítulo de la temporada comienza en blanco y negro, en uno de esos saltos temporales que nos mueven entre el futuro y el pasado. Los hechos de Breaking Bad son un gran agujero en la trama de Better Call Saul, a los que nos falta por llegar, pero que empiezan a intuirse en pequeños detalles y caras conocidas. La serie nos devuelve a Gene, la enésima caracterización de Jimmy (recordemos, post-Walter White), como ese encargado de una tienda Cinnabon, tras un característico gorrito de trabajo y un espeso bigote. Pasando desapercibido en un centro comercial al uso, claro.

Cosas de la vida, Gene termina encerrado en el cuarto de basuras después de la jornada laboral y, su única salida, está en una puerta al otro lado de la sala que, como reza un cartel, haría sonar la alarma y acudir a la policía. Y eso no es una opción para Gene. No consigue salir de allí hasta dos horas después, cuando el señor de la limpieza –sin querer- consigue rescatarle. En la pared deja marcada su estancia con un “SG estuvo aquí”; un detalle más anecdótico que revelador, pero que nos recuerda por qué ha terminado Jimmy allí.

Davis & Maine

Pronto nos devuelve Better Call Saul al color y al Jimmy que conocemos, todavía lejano a Saul, mucho más a Gene. Parece que las puertas del éxito se abren para nuestro abogado favorito (con permiso de Annalise Keating, por supuesto). Lo que pasa es que, después de cuatro palabras cruzadas con su compañera/interés Kim Wexler, McGill decide cerrarlas de golpe y dejar la abogacía. Pero la oferta de Davis & Maine era buena, ¿qué ha pasado?

En un principio no sabemos si aquello es porque a Kim le da igual lo que haga -aquello no tiene nada que ver con lo suyo– o porque Jimmy se acuerda del pastizal de dinero (el de los Kettelman) que su ángel bueno en el hombro le hizo devolver. Algo que en ese lado de la ley parece difícil encontrarse. A Mike, a la salida del parking, le promete que aquello no le volverá a pasar. Y McGill apunta maneras.

De vuelta a su despacho/salón de belleza chino, Jimmy decide que es hora de darle un giro a su vida laboral. Desobedeciendo a la dueña del salón, se lanza a por el agua de pepino en un alarde de rebeldía que estábamos esperando. También arranca de la puerta de su cuarto el folio que describía su despacho, arrancando también de paso otra hoja en su propia vida. Que parece que vuelve a empezar. Y ya no bajo el manto de su hermano Chuck.

Hummer H2

El otro personaje que, lento y conciso, se gana sus minutos en pantalla, no es otro que Mike. El encargado del parking del juzgado sigue enrolado en sus negocios con el tipo de la droga, que ahora pasa a ser el tipo del Hummer H2 amarillo con llamas. El señor trabaja como informático para una farmacéutica y se dedica a trapichear con nuestro conocido Nacho. En su siguiente encuentro, sin embargo, prescinde de los servicios de protección de Mike, que se niega a ir al encuentro de un traficante de drogas subido en un coche tan poco decoroso.

Daniel Warmolt (el señor del Hummer) se presenta en solitario ante Nacho, que ve el poderío que desprende semejante coche y consigue asomarse dentro y descubrir la dirección de su dueño, que pronto se encuentra su casa patas arriba tras un aparente robo. Daniel llama a la policía y los agentes ven muy sospechosos la única desaparición del lugar de unos cromos de fútbol coleccionables. Solo les cuesta mover un sofá para descubrir un hueco en la pared vacío que, sumado al Hummer aparcado fuera, no apuntan a otra cosa más que a delito por todos lados.

Tequila

Kim encuentra a Jimmy, después de su espantada, tirado en una colchoneta en una piscina. En el bar del lugar, mientras McGill intenta explicarle que era abogado para hacer feliz a su hermano (y que es hora de pensar en él), una voz de fondo no deja de llamarnos (y llamarles) la atención. Se trata de un experto en bolsa (de valores, de acciones) que llama la atención de Jimmy y prende la mecha de una nueva estafa.

Con la ayuda de Kim, ahora su hermana Giselle, consiguen montarse una historia de un herencia africana que quieren invertir en bolsa y que hace que el señor se preste gustoso a asesorarles, hacerles sentir a gusto e invitarles a cenar y a tequila carísimo; y todo para firmar un contrato falso que McGill no tarda en tirar a la basura.

Por si la jugada no les hubiese salido lo suficientemente bien, ambos se funden en un beso (de los que no se dan dos hermanos) y terminan compartiendo sábanas. Quién sabe si fue el nuevo Jimmy, o el tequila o la adrenalina. Poco le dura a McGill la burbuja, y poco tarda en darse cuenta de que no puede vivir de timos (por ahora).

Jimmy termina aceptando la oferta de Davis & Maine. Su nuevo despacho no tiene nada que ver con la estética fría y cuadrada de Hamlin, Hamlin & McGill, y mucho menos con su salón de belleza. ¡Ahora tiene escritorio! Y un aviso muy extraño en un interruptor que le insta a dejar las luces siempre encendidas. Jimmy lo quita, las apaga, y nada ocurre. Así que vuelve a encenderlas y a pegar la etiqueta en su sitio. ¿Conseguirá mantenerse allí mucho tiempo? ¿Hará caso a los carteles o pronto dará con algún interruptor al camino menos recto?