Crítica de La casa torcida

El director francés Gilles Paquet-Brenner se consolida en el cine internacional con una nueva adaptación de la reina del relato policiaco, tan fría y esquemática como clásica y satisfactoria de acuerdo a los parámetros de lo que podemos denominar el género Agatha Christie. Además del impecable reparto, destaca especialmente un exquisito diseño de producción.

La casa torcida de Gilles Paquet-Brenner

A finales de los años 70 y principios de los 80 se registró una proliferación de adaptaciones de novelas de Agatha Christie y varias décadas más tarde, cuando nadie lo esperaba, parece haber renacido el interés por la obra de la reina de los murder mysterys clásicos. Hitchcock, que despreciaba este género y lo clasificaba con el mote despectivo de whodunit (quién lo hizo) no consiguió darle carpetazo; muchos años después de la desaparición de la escritora y del director, las adaptaciones de una y los thrillers que siguen la estela del otro conviven en armonía en la cartelera actual.

¿Pero quién mató a Arístides?

La casa torcida continúa en la línea que inició, o más bien reinició, Kenneth Branagh en su reciente versión de Asesinato en el Orient Express, y que a su vez bebía de las adaptaciones de Christie de hace 40 años: espectacular reparto de estrellas en mayor o menor grado de decadencia, diseño de producción exquisito, ambiente aristocrático, puesta en escena artesanal y correcta y guión que sigue la trama de la novela en formato de relato clásico sin introducir ningún tipo de revisionismo, ironía ni deconstrucción narrativa. Se podría hablar de vintage en la forma tan ordenada en que se van presentando los distintos personajes, todos ellos definidos según estereotipos sencillos y manidos (la solterona, el artista fracasado, la diva alcohólica, el adolescente rebelde), y en la que se exponen los motivos por los que cada uno puede considerarse sospechoso del crimen cometido en una casa que, como el título indica, vendría a ser la auténtica protagonista del film.

Con esta definición es evidente que los puntos fuertes y débiles de la función vienen a ser los mismos: se trata de un título que podemos calificar de retro dirigido más bien a espectadores de una cierta edad que cumple perfectamente su cometido de ilustrar la novela y entretenerles mientras intentan adivinar quién es el asesino que vive en la casa. No sería justo pedirle, porque eso supondría salirse de lo que podríamos llamar el género Christie e ir hacia otra dimensión, unos personajes con más cuerpo y más dimensión humana ni una plasmación más visual, de mayor riqueza plástica y no tan basada en el diálogo de la atmósfera malsana en la que vive la familia disfuncional protagonista y del fantasma presente del patriarca muerto, al que no se ve pero cuya huella ha marcado profundamente a todos los personajes.

Agatha Christie estaría probablemente satisfecha de esta adaptación al cine de una de las novelas favoritas de la autora puesto que sigue fielmente todas las pautas que el espectador puede esperar de sus murder mysteries, con todo lo bueno y también lo malo que ello conlleva. Max Irons, hijo del ya casi legendario Jeremy Irons, sale airoso del reto de encabezar un reparto de estrellas de mayor edad y renombre.

Tráiler de La casa torcida