Crítica de Adú
Luis Tosar, Anna Castillo y Álvaro Cervantes encabezan el reparto coral de Adú, un acercamiento del cine español a la cooperación internacional y la inmigración ilegal que une de manera muy acertada entretenimiento y denuncia.
Adú de Salvador Calvo
Más allá de sus valores artísticos, que los tiene, el principal punto fuerte de Adú es su posible condición de precedente a la hora de abordar otros géneros diferentes a la comedia en el cine español industrial, que básicamente se ciñe a las producciones de Atresmedia y Mediaset. No es el primer acercamiento de estas empresas al cine de contenido social, puesto que sería injusto olvidarnos de El cuaderno de Sara hace dos años, pero este último sigue siendo un terreno que se identifica habitualmente con el cine independiente o de autor, mientras que estos títulos demuestran que se puede llegar a un público masivo con propuestas que vayan más allá de la puesta al día de la españolada.
Cine comercial español más allá de la comedia
Curtido en el mundo de las teleseries, como todos los directores del cine comercial español, Salvador Calvo parece rehuir el socorrido terreno de las comedias costumbristas que adaptan éxitos italianos o argentinos y esforzarse por surcar otros territorios más arriesgados. Tras el semiéxito o semifracaso en 2016 de 1898. Los últimos de Filipinas, con Adú ha logrado un claro triunfo en taquilla repitiendo con el mismo equipo: Luis Tosar y Álvaro Cervantes entre los protagonistas y el guionista Alejandro Hernández.
Entre las claves de esta buena acogida figuran su ubicación en Melilla, un escenario casi inédito en el cine español, y la aproximación a una realidad candente pero ignorada por nuestra cinematografía, y no solo la más comercial, como es la valla rodeada de concertinas que separa esta ciudad de Marruecos, las durísimas historias de los inmigrantes que luchan por atravesarla y la escasez de medios con la que la Guardia Civil debe hacer frente a la situación. El entretenimiento no tiene por qué ser sinónimo de superficialidad y mera evasión, sino que puede ser compatible con la denuncia y la puesta sobre la mesa de temas que preocupan a buena parte de la ciudadanía y que tienen un reflejo claramente insuficiente en la ficción.
El segundo gran acierto de Adú es acercarse al mundo de la cooperación internacional y las asociaciones no gubernamentales que trabajan en países emergentes con una mirada adulta y crítica, lejos de la visión edulcorada y épica del cooperante como santo laico o como Quijote altruista de títulos como Katmandú (Icíar Bollaín, 2011) o la propia El cuaderno de Sara. El personaje de Luis Tosar, que lleva a cabo una labor relevante en la protección de los elefantes pero que tiene a su vez importantes carencias sociales y afectivas, así como contradicciones y zonas oscuras, y que el espectador puede intuir que en cierto sentido se refugia en África del fracaso de su vida familiar, es muy rico en términos dramáticos, y por supuesto el estupendo trabajo del actor tiene mucho que ver en ello.
De hecho se podría acusar a la película de un desequilibrio superior al esperable en una estructura compleja de tres historias que se van desarrollando en paralelo: mientras que la interacción entre Tosar y su hija, interpretada por Ana Castillo, deja con ganas de más, las otras dos subtramas resultan más simples en comparación y dejan cierto sabor de complementos. La del niño perdido en Senegal arranca con una enorme fuerza dramática para luego pasar a un tratamiento de acción o aventuras bastante convencional con otro personaje que ejerce de no muy verosímil ángel de la guarda, y por su parte la tercera historia, que trata sobre guardias civiles acusados del homicidio accidental de un migrante, elude el terreno fácil del melodrama judicial pero no termina de desarrollar su potencial ni de crítica social ni de drama psicológico, en parte porque a Álvaro Cervantes parece quedarle un poco grande su personaje.
Aunque tal vez el conjunto no consiga la sinergia de Mamut (Lukas Moodysson, 2009), uno de las mejores reflexiones sobre la globalización que ha dado el cine de este siglo, no deja de ser coherente y bien hilado ni de constituir el primer título español relevante, y no solo por su resultado económico, de este año.
Tráiler oficial de Adú