Crítica de Kubo y las dos cuerdas mágicas
Crítica de Kubo y las dos cuerdas mágicas
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Auguste Renoir dijo: “No basta con que un artista sea un hábil artesano, debe amar y acariciar su lienzo también”. Laika es uno de los estudios de animación stop-motion más prestigiosos del mundo, junto con el británico Aardman. Con sólo tres largometrajes, el estudio demostró ser un bastión para la animación de marionetas, aquella que las grandes compañías parecían haber olvidado. Ahora llega su cuarto filme, ‘Kubo y las dos cuerdas mágicas’, una auténtica pieza de orfebrería convertida en animación.

Crítica de Kubo y las dos cuerdas mágicas

En el antiguo Japón, Kubo es un chico que vive con su madre, Sariatu, en una cueva en lo alto de una montaña. Cada día, el joven baja al pueblo para contar a los aldeanos historias a través de figuras de papel creadas mediante el ancestral arte del origami. Sin embargo, Kubo debe volver a su casa antes del anochecer, puesto que espíritus malignos de la familia vendrán a cobrarse su venganza. Un día, Kubo no llega a su casa antes de la puesta de sol, lo que provoca que los espíritus de las hermanas de su madre aparezcan para llevárselo. Tras el sacrificio de su madre antes de alejarlo de allí, Kubo se despertará y deberá recuperar la armadura de su padre para derrotar a los malignos fantasmas, para eso contará con la ayuda de un mono y de un escarabajo.

Travis Knight, director ejecutivo de Laika, debuta en la dirección con esta historia creada por Shannon Tindle y Marc Haimes. Un relato épico contado entre la vanguardia visual, en la que la animación stop-motion saca a relucir toda su belleza, y una narración clásica que está influida por el gran Akira Kurosawa, que, a su vez, tenía una clara inspiración shakesperiana. Con ‘Kubo y las dos cuerdas mágicas’, Laika no sólo demuestra ser el bastión de la animación artesanal en Estados Unidos, sino también poder estar a la altura de otros grandes estudios que hicieron historia como Studio Ghibli o Soyuzmultfilm.

Crítica de Kubo y las dos cuerdas mágicas

El director, junto con los guionistas Marc Haimes y Chris Butler, han creado una fábula clásica en la que un joven guerrero debe lograr una increíble hazaña en la que hay de trasfondo la redención familiar, el perdón de la ofensa y la creencia en el amor. Todo ello utilizando el antiguo folclore japonés, en el que lo mortal se relaciona con el animismo, las deidades y lo visceral. Todo mostrado a través del arte de la papiroflexia, el origami japonés, como metáfora sobre la propia vida y los conflictos personales, aquello que es bella y artesanalmente representado pero cuyo final nunca llega a capitular, como hizo Isao Takahata en la bella ‘Pompoko’ o Michel Ocelot en sus fábulas representadas en ‘Príncipes y princesas’.

Crítica de Kubo y las dos cuerdas mágicas

También se trata de la mejor obra firmada por el estudio desde la magistral ‘Los mundos de Coraline, tratada con sumo cuidado, resulta arriesgado traer una historia épica a salas comerciales, sin embargo, ahí está la valentía de un estudio de animación que demostrado que de la dedicación y del esfuerzo salen auténtica joyas cinematográficas.

Kubo y las dos cuerdas mágicas’ es una auténtica excepcionalidad dentro de la animación estadounidense, una obra maestra contemporánea al nivel de ‘Del revés (Inside Out)’, ‘El cuento de la princesa Kaguya’, ‘Ernest y Célestine’, ‘La Lego película’, ‘Up’ o ‘La canción del mar’. Una maravilla visual, un relato excepcional y un trabajo extraordinario. Una demostración de que la animación artesanal está más viva que nunca. Una melancólica fábula llena de poesía y dedicación.

Valoración de 'Kubo y las dos cuerdas mágicas'
  • Dirección
  • Guión
  • Animación
  • Fotografía
  • Música

Resumen

Una magnífica demostración de lo que es capaz de transmitir el cine de animación. Una maravilla visual convertida en una melancólica gesta sobre la redención y el perdón. Maravillosa.

4.4
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