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Puede que el nombre de Akiva Schaffer no te diga nada, pero es el responsable de muchas cosas buenas en esto de hacernos reír. Hace cinco años debutó en la gran pantalla con la obra maestra Hot Rod (AKA Flipado sobre ruedas), probablemente la comedia americana más importante desde El Reportero. Además, Schaffer es uno de los vértices de The Lonely Island y el director de los Digital Shorts de Saturday Night Live.

Los amos del barrio es su segundo largometraje y vuelve rodeado de ases de la comedia, tanto detrás, con Seth Rogen y Evan Goldberg en el guión (junto a Jared Stern) y con un póquer de protagonistas, a simple vista, infalible.

¿Por qué entonces una comedia que se debería haber continuado el (casi olvidado) legado de Cazafantasmas falla estrepitosamente? Puede que la respuesta sea su productor: Shawn Levy, el nuevo niño mimado de Hollywood. Levy tuvo la suerte de amasar millones con las películas de Ben Stiller en un museo y con Acero Puro, obras -muy- menores que le han dado poder en la industria. Además, con Noche Loca, ya había demostrado que tener unos cómicos espectaculares no aseguraba una película divertida.

Crítica de Los amos del Barrio

Hace un año, cuando leímos el anuncio del proyecto que ahora nos ocupa, dimos gracias al señor por semejante equipo creativo sin pensar en el daño colateral, el precio que hay que pagar para que una película de estas características tuviera fecha de estreno y una producción a la altura, pero el resultado es puro desencanto.

Los amos del barrio quiere ser una comedia familiar, alejada de la mala uva de otros vecindarios más satisfactorios, como No matarás al vecino, por poner un ejemplo. Ahora hay que ser más comedido y entretener al personal a base de tópicos y chistes para todos los públicos, donde ni siquiera los numerosos momentos de improvisación resucitan una película plana en la que no hay ni rastro del director de la citada Hot Rod.

Un cameo y Will Forte son lo mejor de una función alargada hasta el hastío, sin una sola carcajada en sus casi dos horas y, lo peor, con un miedo atroz a salirse del patrón de comedieta de tres al cuarto sin licencia para desmadrarse.

Un chasco que, de todos modos, no es la peor película que llega a las pantallas este fin de semana.

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